domingo, 20 de abril de 2014

La Cerveza más Lenta.

A menudo nos encontramos en situaciones verdaderamente angustiosas, terribles, situaciones que nos derrumban por completo. Tristemente en la vida abundan estas situaciones, abundan aún más que las felices, pero es que, personalmente, ya no sé a qué llamarle felicidad. Mi percepción de la vida como humano que soy es que las personas que nos rodean ostentan el privilegio (mirándolo desde una perspectiva propia e individual) de ser nuestra vida. Si negamos esto, no somos humanos. Toda nuestra existencia está rodeada de la existencia de otros seres, y si partimos del principio de que la búsqueda de la felicidad es la búsqueda de uno mismo, no encontramos mayor felicidad que en seres que pueden descifrar nuestros pensamientos, nuestras aflicciones, aquello que intoxica nuestra mente, impidiendo que percibamos lo que nos rodea con completa claridad. Puedo afirmar con casi total certeza que todos tus sentimientos, desde los mejores hasta los peores, van a estar relacionados directa o indirectamente con otras personas.

Todos los seres humanos estamos fabricados con sentimientos, podríamos vernos como una red en la que compartimos lo que sentimos en cada momento. Dedicamos mucho tiempo a contarle a los demás lo que nos afecta, nuestras opiniones, nuestra vida. Y esto es porque sentimos la imperiosa necesidad de poder confiar en otro, de sentir que existen otras personas que pueden entender toda nuestra complejidad para así trasmitírnosla a nosotros mismos y tener la capacidad de encontrarnos mejor y en mayor estabilidad mental.

La mayor prueba de que las personas que nos rodean son nuestra vida es que uno de los peores sentimientos que puede sentir un ser humano es perder a alguien. No es necesario que alguien muera para perderlo, tan solo hace falta que algo que se encontraba en una relación, sea del tipo que sea, desaparezca.
Cuando uno pierde a una persona se siente atormentado por esos pensamientos de "lo que le podría haber dicho, lo que podríamos haber hecho..." todo son arrepentimientos, todo son angustias que nos pesan en el alma, única y exclusivamente porque sabemos que jamás podremos volver a sentir lo mismo que sentíamos al encontrarnos con esa otra persona. Lamentablemente, no nos damos cuenta de esto hasta que ocurre lo peor, y esto es un error muy grande, porque cuanto más des por aquella persona, menos tendrás que lamentar para cuando no esté.
Obviamente, podrá haber homenajes, podrás tener en tu recuerdo todo lo que sentías y honrarlo, pero jamás volverás a sentir lo mismo, con la pérdida de la persona va la pérdida de lo que te unía a ella.

Hace bastante ya escribí un texto que me gustaría compartir para este artículo, está relacionado con la parte de la pérdida de un sentimiento, del dolor más inhumano al tener que aceptar con absoluta resignación que ya no existe ni existirá nada, que todo queda ya en el recuerdo.


Para afrontar la pérdida no hay que olvidar, sino todo lo contrario, recordar. Recordar lo positivo, lo que te ha mejorado como persona, recordar que lo que eres ahora es causa de lo que fue aquello, que tu pasado moldea tu presente, y que a tu presente le espera un gran futuro, y si crees que no será así, tranquilo, cuanto más predispuesto estés a disfrutar del viaje, más cómodo vivirás.

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