lunes, 17 de febrero de 2014

La vida del que no vive.

Sacrificó su felicidad para no estar nunca triste.
Sacrificó su amor para no poder sentir nunca el desamor.
Sacrificó su rebeldía para ser siempre sumisa.
Sacrificó su esperanza para no poder sentir nunca la desesperanza.
Sacrificó su placer para no poder sentir nunca dolor.
Sacrificó su libertad para no tener que tomar decisiones.
Sacrificó sus ojos para no poder ver la realidad.
Sacrificó la verdad para engañarse a sí misma.
Sacrificó su voluntad para no tener que actuar.
Sacrificó su confianza para no poder sentir nunca la traición.
Sacrificó sus sentimientos para no poder sufrir por ellos.

Y, finalmente, sacrificó su vida para no tener que vivirla.

Carlos Manuel González Prieto