El impulso que aplaca la firmeza del suelo
aquel instante, aquel momento
en el que inicias tu vuelo.
Tu cuerpo, ingrávido,
se estremece con el viento.
Y el frío hielo,
y la escarcha muerta,
adormecen tu cerebro.
Mas tras pasar por la insondable
sombra del invierno,
tu alma firme
y cálida en tu seno
aporta vida, esperanza
y millones de fuegos
que arden limpios,
sin tapujos,
sin escollos derroteros.
Gran fortuna la que tuve
al pasear por el bosque.
Pues caminando sereno
allí la encontré, de noche:
un fulgor, un amor,
un incendio en un rincón
que por fuera sollozaba,
pues agua de él emanaba
y por dentro, con vehemencia,
hervía por su calor.
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