lunes, 31 de agosto de 2015

Resurgimiento.

En mis entrañas agoniza
un tumulto hueco y huidizo,
una losa muerta y maciza,
recubierta de un áureo vestido
que se convierte en ceniza.

Pues un sol dorado y pálido,
se presentó en la alborada
y con sus ojos risueños
me bañó de agua templada.

Extendióse la riada
y con ella, su fragancia:
olor a mujer sin dueño,
perfume que me embriagaba.

Y es que cómo explicarte,
pequeño animal del bosque,
que cesé de buscar el norte
al conocer tu existencia.

Y es que cómo explicarte
lo que no puedo pensar.
Lo que sólo el besarte
es capaz de expresar.

Mas aún no hallo maneras
de lidiar con mis palabras,
a veces parecen sabias,
pero tú me las fulminas

con el roce de tus senos,
con el calor de tu abdomen,
con tu cuello decorado
con estigmas de mis dientes.

Pero, ¿Qué importa la duda?
Si la nada nos aguarda,
si tal agua perfumada
nos arrebata las almas.

Pero, ¿Qué somos entonces?
Unos hablan de estaciones,
otros de vientos pasajeros
y de límites impuestos.

Mas nosotros, polvo a polvo,
somos aquél riachuelo
donde el vacío se aloja
y se despoja del suelo.



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