viernes, 29 de mayo de 2015

Heridas sanadoras.

Cómo sus brazos me arropan,
cómo se aparta y no envidia,
cómo su manto ataviado
con sencilla y pura vida,
me acogen, me dotan,
de enorme fuerza y valentía.

Su cara hace una mueca,
de su profunda alegría.
Él, ella, saben que un día
abandonaré esta esquina fría.

Obscuridad atrevida,
me arrojo a su mar maldito,
me entrego a la noche henchida
de vasta tierra baldía.

¡Muerte y dolor!
Que acaban con mi razón,
que me conducen al odio,
a sentirme un estorbo.

Aquella cuchilla ardiente
con infinito desdén
actúa como un desierto
que nubla mi corazón,
y no sin razón,
mis manos me atormentan,
y no sin razón,
me despedazan por dentro,
pues por más que lo intento,
por más que vivo el momento,
no hallo cobijo alguno
del que no salga sin heridas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario