martes, 14 de octubre de 2014

Es difícil cabalgar hacia un infierno...

Es difícil cabalgar hacia un infierno
es complicado tener todo
y no tenerlo.

Cuan desgraciado es aquél 
que poseyendo
nada más tiene que dolor
y amargo tiempo.

Quiero olvidar las hojas rotas del otoño.
Quiero que el miedo se marchite caminando.
Que nadie avance hasta mi mundo oscuro y tierno,
que el tedio acabe destruyendo ya mi cuerpo.

Abandonados con el don de la esperanza.
Abarrotadas calles por las que avanza
un corazón, amigo y puro compañero
una razón por la que decir un te quiero.

Un beso amargo pero dulce y verdadero
algo insólito en la tiniebla del averno.
Algo maldito en el lugar donde el dinero
es el más duro, burdo y útil carcelero.

El que envenena, drena y sangra tus heridas.
El que rellena tu comida de herbicidas,
aquél que tu mente aniquila y asesina,
aquél que encuentras a la vuelta de la esquina.

Esa esperanza ya no avanza, ha menguado,
la oscuridad con ella ya ha terminado,
aquellos vanidosos un plan han trazado;
quemar tu vida y el producto trabajado.

Versos inútiles que vuelan, impasibles
gentes que no pueden pensar en imposibles.
Los hombres andan, desdichados y marchitos, 
mujeres gritan en sus casas maldiciendo,
haciendo ver que es su cuerpo aquello eterno
que no todos tienen derecho a conocerlo.
Que no por ver y contemplar algo tan bello
puedes tomar propia justicia y retenerlo.

Amedrentadas caras largas sólo veo,
personas rezan a aquél dios, creen conocerlo,
piensan que un único suspiro es todo el viento
capaces de responder todo, sin hacerlo.

Mentiras viajan ultrajadas por el tiempo,
mentiras mueren al pretender detenernos,
que jamás nazca otro dios en este cielo
que nunca vuelva a la tierra bendiciendo.

No necesitas una paz que te suscite
amor y gloria para aquel justo y valiente.
Sólo pretendes ser tu misma, alma creciente,
ojos que observan con esa mirada ardiente.

Un ser que actúa en reacción a lo que siente
un indomable corazón que siempre muerde,
es el que lucha contra todo y se resiente.

Pero a pesar de todas las malas corrientes
no se preocupa porque él nunca se pierde.

Carlos Manuel González Prieto

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